miércoles, 1 de febrero de 2012

El oro más valioso de la tierra

Nos escuchó rezando a la Providencia, nos escuchó platicando de la crisis económica que estamos viviendo, nos escuchó tratando de acomodar gastos y deudas para librar esta tremenda tormenta.
Guardó silencio, trabajó con ahínco y dejó el recibo pagado de su colegiatura para guardarlo en el archivo.
Ver ese papel y darme cuenta de lo que significaba me llevó a las lágrimas como nada lo había logrado nunca.
Trataba de identificar mis sentimientos pero nunca se habían combinado dentro de mi: alegría, admiración, vergüenza, orgullo, tristeza y alivio. Seis ingredientes que no había experimentado juntos en toda mi vida.
No podía hablar, solo lloraba, sintiendo que mi corazón se expandía y se contraía, lloré y lloré. Salí a abrazarla, no le pude decir nada, abrazarla y besarla, ¡cómo la admiro!

Queríamos devolverle ese dinero y otro tanto como muestra de gratitud ¡ahora entendí, viví, la parábola de los talentos!

Hoy guardé en un sobrecito el importe que pagó con un piloncito... vale ORO, el oro más valioso de la tierra, del universo entero.

Por su retiro

Ayer y hoy he trabajado duro en la cocina, con mucho gusto, pues Yola está en un retiro.
Admiro muchísimo a las señoras que organizan estas actividades, con gran entrega y entusiasmo. Su apostolado es una belleza llena de caridad verdadera. Mi admiración es una de las razones por las que procuro apoyarlas facilitando que Yola asista.
Estoy convencida del bien que estas cosas hacen, doy gracias a Dios por tantos beneficios y dones.