Durante años he participado en el debate sobre la razón de ser de la totalmente pagana fiesta de Halloween. Y no sé si me estaré haciendo vieja, pero este año como que se me ablandó el corazón unos minutos y quise comprar dulces para dar a los disfrazados que tocaran a la puerta.
Todos en mi casa apagaron esa mini intención generosa, recordándome las filípicas que les he dirigido desde la fundación de esta familia en torno a lo absurdo y negativo de esta comercializada celebración.
Ahora vuelvo a preguntarme ¿es malo celebrar una fiesta pagana? entonces sería malo celebrar el triunfo de la selección de futbol. ¿Es bueno darles dulces a niños que vienen a tu puerta? si lo vemos como dar caridad no sólo es bueno, sino deseado, incluso obligado para el cristiano, "estuve hambriento y me diste de comer" ¿Qué haría Cristo en mi vecindario un 31 de octubre en la noche? ¿Compraría bolsas de caramelos para salir a la puerta cada vez que tocaran el timbre?
Creo que no les daría dulces, más bien les hablaría del amor, de hacer el bien, de vestirse de virtudes en lugar de monstruos y brujas. Creo que los vería a los ojos y ellos soltarían sus calabazas de plástico para escucharlo, para seguirlo. Creo que los cuestionaría en torno a los motivos para dedicar una noche a caminar por las calles pidiendo golosinas en las casas de desconocidos.
Yo, tristemente, no hice nada de eso. Me quedé en casa cobijada en la congruencia de no fomentar una pseudo-celebración que no valoro, que no me interesa, que no quiero patrocinar. Pero este año, esta vez, no me quedé tan tranquila... ¿qué haría Cristo en mi lugar?
lunes, 1 de noviembre de 2010
Baseball y Football
Parecía que me estaba volviendo loca.
Un click y a suspirar para que el jovencito pitcher de 21 años ponchara a amenazador bateador de los Texans. Un click y a suplicar porque Polamalu detuviera al receptor en corto de los Santos. Un click y a pegar de gritos al ver Posey bateó un home-run. Un click y a traumarme porque el 86 (no merece que recuerde su nombre) soltó en balón y la oportunidad de que Pittsburgh remontara el marcador. Un click y a esperar que Wilson y su barba sospechosamente muy negra, sacara los tres outs de la victoria de los Gigantes... ¡vaya noche! Un triunfo y una derrota, pero la certeza de que con ese ejercicio mental seguramente no nos dará Alzheimer.
Un click y a suspirar para que el jovencito pitcher de 21 años ponchara a amenazador bateador de los Texans. Un click y a suplicar porque Polamalu detuviera al receptor en corto de los Santos. Un click y a pegar de gritos al ver Posey bateó un home-run. Un click y a traumarme porque el 86 (no merece que recuerde su nombre) soltó en balón y la oportunidad de que Pittsburgh remontara el marcador. Un click y a esperar que Wilson y su barba sospechosamente muy negra, sacara los tres outs de la victoria de los Gigantes... ¡vaya noche! Un triunfo y una derrota, pero la certeza de que con ese ejercicio mental seguramente no nos dará Alzheimer.
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¡Sin agua!
Esta mañana me he despertado escuchando una lapidaria frase: "No hay agua, ni gota".
Me quedé quieta, quieta, como no queriendo gastar ni un mini-joule de energía antes de decidir qué hacer.
Estar sin agua, sin gota de agua, nos obliga a modificar las rutinas, a alterar las actividades, a cambiar los planes, a VALORAR el "preciado líquido".
¿Qué es el agua en nuestra vida cotidiana? Es el medio irremplazable para una gran cantidad de actividades que hacemos de forma casi automática: orinar, lavar los dientes, enjuagar una taza, arreglar un florero, regar una maceta, lavar el cuerpo, limpiar las manos, asear el piso, tallar un sartén...
¿Qué pasaría en mi casa y en tu casa si la frase con la que me desperté esta mañana se hiciera permanente?
He escuchado que los analistas sociales y económicos han afirmado que la humanidad entera se encuentra encaminada a una gran guerra por el agua. Esta mañana creo que tienen razón.
Por el momento sé, confío, que esta tarde se restablecerá el sistema que los técnicos cerraron para darle mantenimiento.
Pasaremos un día apestosos, reflexivos y haciéndonos conscientes de cómo debemos valorar esa llave que,con su ruidito característico, nos trae en abundancia el elemento vital: AGUA.
Me quedé quieta, quieta, como no queriendo gastar ni un mini-joule de energía antes de decidir qué hacer.
Estar sin agua, sin gota de agua, nos obliga a modificar las rutinas, a alterar las actividades, a cambiar los planes, a VALORAR el "preciado líquido".
¿Qué es el agua en nuestra vida cotidiana? Es el medio irremplazable para una gran cantidad de actividades que hacemos de forma casi automática: orinar, lavar los dientes, enjuagar una taza, arreglar un florero, regar una maceta, lavar el cuerpo, limpiar las manos, asear el piso, tallar un sartén...
¿Qué pasaría en mi casa y en tu casa si la frase con la que me desperté esta mañana se hiciera permanente?
He escuchado que los analistas sociales y económicos han afirmado que la humanidad entera se encuentra encaminada a una gran guerra por el agua. Esta mañana creo que tienen razón.
Por el momento sé, confío, que esta tarde se restablecerá el sistema que los técnicos cerraron para darle mantenimiento.
Pasaremos un día apestosos, reflexivos y haciéndonos conscientes de cómo debemos valorar esa llave que,con su ruidito característico, nos trae en abundancia el elemento vital: AGUA.
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