Durante años he participado en el debate sobre la razón de ser de la totalmente pagana fiesta de Halloween. Y no sé si me estaré haciendo vieja, pero este año como que se me ablandó el corazón unos minutos y quise comprar dulces para dar a los disfrazados que tocaran a la puerta.
Todos en mi casa apagaron esa mini intención generosa, recordándome las filípicas que les he dirigido desde la fundación de esta familia en torno a lo absurdo y negativo de esta comercializada celebración.
Ahora vuelvo a preguntarme ¿es malo celebrar una fiesta pagana? entonces sería malo celebrar el triunfo de la selección de futbol. ¿Es bueno darles dulces a niños que vienen a tu puerta? si lo vemos como dar caridad no sólo es bueno, sino deseado, incluso obligado para el cristiano, "estuve hambriento y me diste de comer" ¿Qué haría Cristo en mi vecindario un 31 de octubre en la noche? ¿Compraría bolsas de caramelos para salir a la puerta cada vez que tocaran el timbre?
Creo que no les daría dulces, más bien les hablaría del amor, de hacer el bien, de vestirse de virtudes en lugar de monstruos y brujas. Creo que los vería a los ojos y ellos soltarían sus calabazas de plástico para escucharlo, para seguirlo. Creo que los cuestionaría en torno a los motivos para dedicar una noche a caminar por las calles pidiendo golosinas en las casas de desconocidos.
Yo, tristemente, no hice nada de eso. Me quedé en casa cobijada en la congruencia de no fomentar una pseudo-celebración que no valoro, que no me interesa, que no quiero patrocinar. Pero este año, esta vez, no me quedé tan tranquila... ¿qué haría Cristo en mi lugar?
lunes, 1 de noviembre de 2010
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