Esta mañana me he despertado escuchando una lapidaria frase: "No hay agua, ni gota".
Me quedé quieta, quieta, como no queriendo gastar ni un mini-joule de energía antes de decidir qué hacer.
Estar sin agua, sin gota de agua, nos obliga a modificar las rutinas, a alterar las actividades, a cambiar los planes, a VALORAR el "preciado líquido".
¿Qué es el agua en nuestra vida cotidiana? Es el medio irremplazable para una gran cantidad de actividades que hacemos de forma casi automática: orinar, lavar los dientes, enjuagar una taza, arreglar un florero, regar una maceta, lavar el cuerpo, limpiar las manos, asear el piso, tallar un sartén...
¿Qué pasaría en mi casa y en tu casa si la frase con la que me desperté esta mañana se hiciera permanente?
He escuchado que los analistas sociales y económicos han afirmado que la humanidad entera se encuentra encaminada a una gran guerra por el agua. Esta mañana creo que tienen razón.
Por el momento sé, confío, que esta tarde se restablecerá el sistema que los técnicos cerraron para darle mantenimiento.
Pasaremos un día apestosos, reflexivos y haciéndonos conscientes de cómo debemos valorar esa llave que,con su ruidito característico, nos trae en abundancia el elemento vital: AGUA.
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