La he visto crecer poco a poco y ahora, en esta primavera, está maravillosa. Llena de rositas en tono pálido, algunas son pequeños botones, otras están en su adolescencia, otras en el esplendor de su madurez y otras más en el ocaso.
Me encanta pensar que tu, sin darte cuenta, haces una verdadera obra de caridad al darnos a los transeúntes ese regalo todos los días, el cuidarla y regarla es un acto de generosidad para todos tus vecinos.
Ojalá que todos hagamos esos actos pequeños, consciente o inconscientemente, por nuestro entorno, con nuestras sonrisas, nuestra cortesía, nuestro paso por la vida; sembrando, regando, cuidando, amando.
¡Que el mundo sea mejor porque estamos aquí!
Esa vecina sí me cae bien, hay otras que todo lo contrario, pero mejor no hablemos de ellas... más que para decir que son el perfecto contra-ejemplo de esas preciosas rositas.
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